La Huella Insondable

Abstract

A primera vista, Jesús Torres Rivero, el irreverente hijo del barrio de San Francisco de Cumaná, se nos presenta inaccesible con su propia pluma. La imaginación literaria que siempre lo ha acompañado rompe el tiempo y espacio de la literatura convencional, para introducirnos en un universo de rituales dentro de un amplio legajo cultural. De forma amena escudriña, nos pone en compañía del Caballero de la Triste Figura y de otros personajes de Cervantes para explicar un comportamiento, una mentalidad. Su amplia racionalidad transita palmo a palmo actitudes inmersas en la cultura hispánica que han quedado perennes en nuestra cotidianidad. Historia, poesía, vivencia y narrativa es reflejo de un hombre que ha llevado siempre la pasión de la literatura al fragor de la experiencia citadina y cotidiana. Al ritmo de la “huella insondable” el autor va dibujando un surco que se nos presenta insoslayable para acercarse al devenir histórico de nuestros pueblos, ansiosos de esperanzas, anclados necesariamente en la perdurable imagen de aquella cultura ibérica. Es ésta una creación literaria plena de realismo mágico, drama, sudor, humor, seducción y picardía, que nos sitúa en quinientos años de mestizaje, caracterizado por el cautivador encanto de lo que fue inexorable aventura y encuentro de las tres culturas: indígena, hispánica y africana. Conjunción que marca la piel y el espíritu de nuestra civilización. Esta América colombina, edén seductor de utopistas europeos es cromatismo étnico y cultural que irradia conjunción de mitos, leyendas, cuentos y anécdotas que, con el paso del tiempo han ido moldeando nuestro modo de vida, que es decir nuestra propia cultura, de muchas generaciones que la han ido esculpiendo con sangre y poesía hacia nuevos senderos y horizontes. Uno se sumerge en esta escritura para descubrir que su texto conduce más allá del hidalgo caballero y del fiel escudero. Cualquiera podría pensar que encierra una apología a Miguel de Cervantes Saavedra. ¡Nada de eso! Va más allá. Con peculiar y refinado estilo, Torres Rivero deja claro que la “huella insondable” es una inocultable imaginación por reivindicar, por una parte, la muy rica cultura del humor cervantino que ha perdurado en nuestros pueblos y que, además, ha ayudado a elevar nuestro estado anímico en coyunturas especiales de la vida, por muy amargo que haya sido el momento; y por otra, a nuestro costado indígena y africano. Y el inicio de su ensayo es una pregunta para que nuestro interés se enganche a la narración: “¿Cómo es eso de Cervantes y los quinientos años, si él nació casi un siglo después de la llegada de Colón a esta ‘tierra de gracia’?”. Para situarnos en los siglos XVI y comienzos del XVII, expone sucintamente la realidad de la España absolutista y decadente frente a la miseria degradante del pueblo. O parafraseando a Marx diríamos, esa sociedad anclada en sus propias contradicciones, donde “la nobleza e iglesia, junto con el monarca” mantenían al pueblo en el más cruento oscurantismo. Pero a pesar de esto, la picardía y el humor brotaban, de manera espontánea, de los más genuinos sentimientos y expresiones del individuo, porque su alma se rebelaba contra el estatus quo de esa época y hacía que de aquella sociedad aflorara todo su potencial literario y poético en demostración de heroísmo frente la santa inquisición. La destreza del autor ha de adentrarnos en un complejo mundo impregnado de hidalguía caballeresca y cruentas escenas, en fábulas y leyendas, en la que podrán vislumbrase siempre la “huella insondable”, para descubrir al heraldo perenne de aquellos españoles que llegaron a nuestro continente entre los siglos XV y XVII, protagonistas del proceso de conquista y mestizaje. En ellos la magia, picardía y humor de personajes cervantinos estuvieron presentes y nos ayudan a entender rituales que permanecen intactos en nuestra sociedad. América se llenó de la magia de Cervantes, de la de los romances y de la de la novela picaresca con el relato en primera persona, nueva estirpe literaria del truhán. Todas ellas dejaron una herencia político-cultural en nuestro Continente, en especial, la lengua castellana, sin que se subestimen las manifestaciones culturales de nuestros antepasados americanos ni el agregado africano, pues todas hicieron posible -dentro de un inconsciente colectivo- nuestra peculiar actitud y comportamiento en el amplio contexto histórico-social de nuestros pueblos. De allí derivarán desde el individualismo caudillista hasta múltiples ritualidades políticas y religiosas que socialmente nos definen. Así, deléitese el lector con cada uno de los pasajes de esta obra, que no por breve deja de ser muy importante y que podría definirse como socio-política; ensayo este pleno de historia, pasión y humor, que invita a que la herencia cultural inmersa en nuestro inconsciente colectivo, después de quinientos años, definitivamente la asumamos -sin complejos- de manera consciente.